Gracias a la ayuda y el cariño de Patricia Ávila, investigadora antropóloga de la UNAM a quien había conocido en Alaska y que me acogió en su casa como a uno de sus familiares, este episodio fue muy llevadero. En Los Ángeles, mis amigos Nacho y Belén me iniciaron en unos extraños heladitos de té verde con forma de bola, recubiertos de pasta de arroz llamados algo así como Moccis o Mokis.